Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros , toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios.
(Catecismo de la Iglesia Catolica, 1499)
Jesucristo nos dio los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Reconciliación para renovarnos y fortalecernos en el amor de Dios. Pero consideremos el sacramento de la Unción de los Enfermos. En el pasado, este sacramento se conocía como “extremaunción” y generalmente se administraba en la proximidad de la muerte, pero la Iglesia en su sabiduría y guiada por el Espíritu Santo que “nos conduce a la plenitud de la verdad”, nos enseña que podemos recibir este sacramento más de una vez y que puede administrarse, no sólo en momentos extremos, sino también en caso de enfermedad grave, o antes de una operación grave.
La unción de los enfermos es un sacramento que tiene como efecto principal sanar y preparar nuestra alma para nuestro encuentro definitivo con Cristo en el Cielo, pero también puede tener el efecto de sanar nuestros cuerpos si es la voluntad de Dios. Muchas veces lo primero es lo que se necesita para que se pueda obtener lo segundo. Tarde o temprano iremos al encuentro de nuestro creador y nuestros cuerpos yacerán en la muerte. Toda la medicina y toda la tecnología del mundo no pueden detener lo inevitable. Nuestra vida es un don de Dios y necesitamos vivirla en armonía con su santa voluntad, para tener paz en nuestras almas y verdaderamente gozar de “buena salud”. Dios, en este sacramento, quiere que seamos conscientes de su presencia con nosotros en medio de nuestro sufrimiento, tanto espiritual como físico. Cuando Jesús murió en la cruz por nosotros, experimentó el sufrimiento humano en su máxima profundidad y de esta manera se asoció con todos los que sufren hasta tal punto que nadie puede decir: “Dios no entiende por lo que estoy pasando” o “Dios me ha abandonado”.
Jesús tomó sobre sí nuestro sufrimiento para redimirnos a través de él y darle un sentido redentor. Cuando unimos nuestro sufrimiento al Suyo, Él lo hace suyo y lo ofrece al Padre para la salvación de las almas. Así suplimos en nosotros lo que falta en el sufrimiento de Cristo, como dice San Pablo en sus cartas, es decir que como cuerpo de Cristo, estamos unidos a su don perfecto de amor al Padre en la cruz. Cristo nos permite compartir con él este don.
A menudo como sacerdote visito a los enfermos y administro este sacramento y he visto claramente cómo las almas que sufren encuentran la paz cuando se unen a Jesús y ofrecen su dolor por sus seres queridos o por las almas necesitadas de gracia. No quita el dolor, pero le da sentido y trae paz interior a sus almas. Creo firmemente que cuando los que están sufriendo se unen a Cristo en la cruz de esta manera, hacen más por las almas de lo que yo podría hacer con toda mi predicación y enseñanza. No somos nada sin Cristo y él obra a través de nosotros para el bien de los demás.
Por favor, no dude en llamarme a mí o cualquier sacerdote cuando usted o uno de sus seres queridos tenga necesidad de este sacramento. No espere hasta que se convierta en una emergencia. Las gracias que otorga este sacramento son necesarias ahora para aquellos que sufren y pueden incluso ser el medio de su curación física si Dios así lo desea. Cuenten con mis oraciones y preocupación constante por todos ustedes y sepan que Jesús es y será siempre el verdadero médico de sus corazones y almas y cuerpos, para darles fuerzas en esta vida y en la venidera.
Dios les bendiga y les guarde siempre!
En Cristo,
Padre Thomas Bennett
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